Son casi las diez y media de la noche de un viernes. Recién termina de ensayar en un colegio de la zona de Belgrano. Nada de maquillaje, nada de divismo. Lejos de la Giménez que imagina la gente: atenta a las preguntas y con una voz más pausada, analiza, en exclusiva para CARAS, este nuevo presente. Se sienta, cómoda, en una de las butacas del salón de actos, con las piernas extendidas. Abre su cartera de leopardo y busca en su tablet —con funda de leopardo, obvio, sino no sería Susana— unas imágenes de la nueva marquesina de leds, traídas de la China especialmente para el estreno. Imponente, su nombre, parece alcanzar el cielo. Extiende los brazos, tira su cabeza dorada para atrás, suspira y dice: “Ya estoy en la recta final. No hay vuelta atrás. Y me siento de muchas maneras, tengo un montón de sensaciones nuevas. Me estoy reencontrando con lo que alguna vez hice y pensé que no iba a volver: el teatro, su mística, sus silencios. El estar frente a la gente. Saber que están allí, expectantes. No fallar. Dar lo mejor de mí. Permitirme esta nueva oportunidad. Ahora solo falta que suba el telón y a vivirlo como la primera vez”.
Susana Giménez y Piel de Judas, arriba el telón!
Son casi las diez y media de la noche de un viernes. Recién termina de ensayar en un colegio de la zona de Belgrano. Nada de maquillaje, nada de divismo. Lejos de la Giménez que imagina la gente: atenta a las preguntas y con una voz más pausada, analiza, en exclusiva para CARAS, este nuevo presente. Se sienta, cómoda, en una de las butacas del salón de actos, con las piernas extendidas. Abre su cartera de leopardo y busca en su tablet —con funda de leopardo, obvio, sino no sería Susana— unas imágenes de la nueva marquesina de leds, traídas de la China especialmente para el estreno. Imponente, su nombre, parece alcanzar el cielo. Extiende los brazos, tira su cabeza dorada para atrás, suspira y dice: “Ya estoy en la recta final. No hay vuelta atrás. Y me siento de muchas maneras, tengo un montón de sensaciones nuevas. Me estoy reencontrando con lo que alguna vez hice y pensé que no iba a volver: el teatro, su mística, sus silencios. El estar frente a la gente. Saber que están allí, expectantes. No fallar. Dar lo mejor de mí. Permitirme esta nueva oportunidad. Ahora solo falta que suba el telón y a vivirlo como la primera vez”.
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